miércoles, 4 de enero de 2017

Nota a pie de página

Con un realismo apabullante, Los momentos eternos de Maria Larsson (Jan Troell, 2008) es sin duda la película del día. Momentos eternos referidos a las instantáneas que Maria va captando con su cámara. Momentos eternos que conforman una vida, pero que unidas entre sí no dan el resultado de esa vida. Una vida no es eterna, en cualquier caso, y apenas concibe la eternidad sino como una prolongación infinita de tiempo, antecediéndola y sucediéndola. La eternidad, por ser un todo, no puede ser una línea temporal, en cualquier caso, sino un punto. Y no puede ser entendida en clave de tiempo, porque sería someterla a un yugo humano.

Bueno, la película no divaga, que yo solito me basto.

Pero en clave de eternidad entiende Maria su paso por este mundo, firmando con una última foto una vida reducida a momentos eternos: sus hijos -dados al mundo entre el amor que le profesa a un "duro" hombre y la esclavitud femenina al que éste la somete-; su idilio platónico y platónicamente correspondido; los acontecimientos sociales que la rodean, pero sin ser exhaustiva de la noticia; y ciertos hilos que terminan de hilvanar esta vida que no llamaré desdichada.

Cuando terminé de verla, y con un buen sabor de boca, me quedé adormilado. En esto, los diálogos de una película que proyectaban en ese momento en la televisión, sonaban como un chiste.


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